sábado, 7 de diciembre de 2013

Siete de diciembre, noche.

Casi un año después de esperar, amar y esperar, he vuelto a una época dorada en la que desearía poder creer... pero conozco demasiado bien a mi numen como para poder dejarme llevar en mi felicidad, ese sentimiento de plenitud y completa alegría silenciosa que es tan fácil con quien el tiempo pasa muy rápido y la eternidad se va volando. 

Para mí, es el caminar en un parque. Recostarnos bajo la sombra de un árbol y charlar. Sentir un abrazo simplemente por amor, y entrar juntos a un universo en el que nadie puede entrometerse. ¿Puede eso ser la felicidad, la recompensa llena de flores luego de un frío y problemático invierno?

Creo en el amor, o al menos creo en ponerlo en primer lugar. Puedo decirlo segura, porque lo sé. Me ha dolido más veces de las que debería, y menos de las que podría llegar a aguantar. Pero si hay algo que valiese realmente la pena, sería lo único que puede llenar el mundo de un artista: el amor. 

No ese amor pasional que llega y se va, en el que sientes chispas y fuego en la química que surge de repente, que nunca podría alcanzar un "suficiente" o un final. Eso es para poetas de corazón volubles, que cambian cama cada tanto por el ardor de una copa de licor y un sentimiento abierto a querer. O cambian por el deslumbre de una nueva persona, una nueva personalidad, esos personajes que creen amar con todo lo que tienen y luego abandonan por un nuevo amor, con la excusa razonable de "el corazón es libre".

Mi amor es un amor comedido en su demostración, miedoso en su confianza, profundo porque no volverá al polvo fácilmente, estúpido en su novedad, entregado en sus acciones diarias, valiente cuando lo ponen en duda, tierno cuando necesitan un sueño reparador, duro y rabioso cuando lo atacan. Todo eso dentro de una pequeña caja de vidrio barato.

¿Serán los veranos la época dorada de Eros, más que la primavera? Porque con el sol mi numen ha vuelto a mí enamorado, y antes surgió el amor en primer lugar. ¿Pero qué sucederá en el otoño, en el invierno?

No hay más que incertidumbre. Una noche vacía de sábado en que mi musa está lejos, persiguiendo muy lejos a mi amado para poder beber el café de su mirada y besar con la brisa sus pequeños labios.